¡Si veinte años de traducción no son nada… qué podemos decir de casi treinta!
Este pasado mes de febrero, Guzmán Dibella y Asociados, S.C. cumplió 29 años de estar en el mercado ayudando a nuestros clientes a eliminar barreras del idioma, con servicios profesionales de traducción escrita y traducción simultánea.
Así es. Muchas cosas han cambiado en el mercado de prestación de servicios de traducción en casi treinta años. Y justamente hoy, que las relaciones con nuestro principal socio comercial, los Estados Unidos, se acercan a una nueva etapa, es interesante recordar cómo prestábamos nuestros servicios. Sobre todo, porque nuestra empresa surgió precisamente en los años en que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte estaba en ciernes, y el futuro de las relaciones trilaterales era promisorio.
Si bien uno de nuestros sellos distintivos a la fecha es dar una atención personal, con un toque humano, la manera de relacionarnos con nuestros clientes de servicios insignia, traducción escrita y traducción simultánea, era intensamente cara a cara.
Hace casi treinta años no existía Internet, y Google no nos ayudaba a encontrar a nuestros clientes o a que ellos nos encontraran a nosotros. La búsqueda mutua era en gran medida a través del directorio telefónico, tipo Sección Amarilla, publicaciones especializadas, directorios por sector, envíos de publicidad por servicio postal, o referencias personales. Por ello, pagar un anuncio de servicios de traducción en un directorio impreso era muy importante. Cuando comenzamos a anunciarnos en Sección Amarilla a finales de los años ochenta, las páginas donde se ofrecían servicios se traducción albergaban 16 anuncios, ¡y cuando dejamos de anunciarnos en ese formato, ya por ahí del año 2000, el número rondaba los 60! Evidentemente, a lo largo de esas décadas, muchas empresas de traducción aparecieron, muchas otras desaparecieron o sencillamente dejaron ese formato de publicidad, que resultaba muy caro.
El teléfono (fijo, por supuesto, porque no existían los celulares) era la única vía de comunicación, además de las visitas personales. No había manera de encontrar a un cliente, o a un traductor, que estuviera fuera de casa o de la oficina, porque no existía el concepto de telefonía móvil. Entonces, para establecer un contacto inicial, y nutrir la relación con un cliente, ambos debíamos estar en un sitio con servicio telefónico. ¡Nada de trabajar desde una cafetería o en el aeropuerto! ¡Nada de fax!
Así es, el primer fax que tuvimos fue en 1990, dos años después de haber iniciado operaciones. Y era un verdadero lujo. Contar con un fax era algo excepcional que ahorraba tiempo en el tráfico y vueltas para visitar a un cliente, cotizar y, en ocasiones, entregar.
Era común coordinar una visita con el cliente para platicarle lo que era un servicio de traducción, hacer antesala, y luego regresar si esa persona estaba interesada en nuestros servicios y tenía un documento que deseaba cotizar, o si necesitaba una cotización por escrito. ¡No había manera de hacérsela llegar que no fuera en propia mano!
¿Suena como la época de las cavernas de la traducción? Eran los años ochenta… y en una segunda entrega les seguiremos platicando.
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