Sabemos que nuestros clientes, y el público en general, no tiene por qué saber lo que es, y mucho menos lo que no es, un intérprete. Mis más de dos décadas de experiencia me han enseñado que es nuestra responsabilidad educar a las personas que contratan nuestros servicios, o que simplemente están fuera de nuestro gremio, sobre qué pueden esperar, y qué no, de un intérprete. Y no digo esto porque no estemos dispuestos a dar un extra (go the extra mile, como dicen) para prestar un servicio de interpretación, sino porque para construir una buena relación -en cualquier ámbito – es fundamental tener expectativas claras, y bien fundamentadas, sobre lo que podemos esperar.
No es la primera vez que hablamos de este tema, sin embargo una experiencia profesional de días recientes, donde el cliente recurrió a intérpretes profesionales, cuando lo que en realidad necesitaba eran asistentes personales/choferes/guardaespaldas para altos ejecutivos, despierta en mí la necesidad de recordárselos, y recordárnoslo, para estar siempre en el mismo canal, con expectativas claras.
Un intérprete es un profesional entrenado para facilitar la comunicación entre personas que no hablan la misma lengua. Para ello, cuenta con herramientas que le permiten trabajar con distintas modalidades de interpretación. Con esto me refiero a contribuir a esa comunicación en distintos contextos, como puede ser una conferencia con interpretación simultánea (también conocida como traducción simultánea), una junta donde se transmiten las ideas de un grupo de personas a otro, y viceversa, frase por frase, o un acompañamiento donde la persona requiere de alguien que esté a su lado y le ayude a comunicarse. ¡Todo eso está bien y para ello estamos entrenados!
Sin embargo, un intérprete no es:
1. Una secretaria(o) a cargo de la redacción de documentos
2. Un asistente a cargo del café
3. Un traductor, porque el profesional de la traducción contribuye a la comunicación entre personas que no hablan la misma lengua, en documentos, es decir, por escrito
4. Un asistente técnico a cargo del buen funcionamiento del equipo en entornos de conferencias o congresos
Todo lo anterior está, sin embargo, dentro de los límites razonables de confusión de nuestros clientes. Lo que definitivamente debemos aclarar es que un intérprete no es:
1. Un guardaespaldas que espere a su cliente afuera de un bar hasta la madrugada para llevarlo a su hotel
2. El encargado de abrirle la portezuela del auto para que se suba
3. El maletero que cargará su equipaje
4. Parte del grupo de personas que se sientan en una conferencia de prensa semivacía para que la sala no luzca desangelada
5. El encargado de comprar las botellas de agua o
6. El coordinador de choferes
Una vez más, no se trata de no ser de ayuda, de no ser profesional, sin embargo, hay personas a cargo de esos servicios, gente que coordina, que se hace cargo de la logística y la organización, ¡y que lo hace muy bien! Muchas veces integramos equipos con ese tipo de personal y los intérpretes también. Pero eso no es un intérprete.
Para evitar sorpresas como éstas, comuniquémonos clientes-intérpretes adecuadamente sobre lo que esperamos y podemos hacer – y no podemos hacer – unos por otros, entendamos en qué consiste el trabajo del intérprete para evitar sorpresas y malos entendidos, reforcemos los servicios con el personal correcto para cada necesidad… ¡Construyamos entornos de trabajo más gratificantes para todos donde cada quien haga lo que hace mejor!