Como ya reflexionamos en la entrega anterior, el que los intérpretes, traductores y otros profesionales independientes trabajemos por nuestra cuenta, no nos convierte en empresarios.
Fernando Savater comparte las siguientes como las virtudes del empresario:
-
Audacia
-
Capacidad de identificar el bien común
-
Prudencia
-
Responsabilidad
-
Eficacia
Citando a Savater:
“Audacia: Quien al emprender cosas no es audaz no emprende nada. Sin un mínimo de audacia, de asunción de riesgo y de arrojo, que implique pérdidas o ganancias, no se puede ser empresario.
Capacidad de identificar el bien común: Capacidad de cooperación e imaginación para entender un interés común, un algo que no solo le interesa a él sino también a los demás. Es loo que en último término podíamos llamar justicia…
Prudencia: Otra virtud que habría que pedirle al empresario- y en general a cualquier persona que lidera una administración donde existe la posibilidad de pérdida y ganancia – es la prudencia.
Responsabilidad: El empresario tiene que responder, no puede sacrificar a los demás para ocultarse. …
… no puede ser empresario el que tome la ganancia y deje las pérdidas a los demás.
Eficacia: Capacidad para generar ganancias.”
Con base en estas nociones, ¿quiénes tenemos las virtudes necesarias para ser empresarios y quiénes somos intérpretes y traductores arrojados a un mundo laboral en el que aprendemos a trabajar por nuestra cuenta?
Para leer más: Savater, Fernando (1998). La dimensión ética de la empresa. Santafé de Bogotá. Siglo del Hombre Editores.